Caminemos dando y recibiendo

Aviso sobre el autor (abajo)

Sigamos con ánimo: cumplamos la ley bidireccional del Reino

Somos,  ante todo, una iglesia de paz porque somos  la iglesia de Jesús, y Jesús nos guía por el camino de la paz. Nos importa la justicia porque nos importa Jesús, y a él le importa la justicia. Nos importa la reconciliación y nos importa la Palabra de Dios impresa, porque quisiéramos conocer la Palabra de Dios en persona.

Jesús está en el centro de quién somos. Y, a medida que sigamos manteniendo nuestras vidas centradas en Jesús, y seamos cuidadosos del mensaje claro y sencillo de Jesús, se lo devolveremos al resto del cuerpo de Cristo como un don que a todos nos hará más saludables. 

El amor es el fruto del Espíritu

Quisiera hablarles sobre el amor como se manifiesta en el fruto del Espíritu y otros pasajes del Nuevo Testamento. La obra del Espíritu en nosotros es la obra del amor. En la medida que obremos en contra del amor, obramos en contra del Espíritu en nosotros; en la medida que reconozcamos e identifiquemos el amor, avanzaremos en colaboración con el Espíritu Santo.  

La mayoría de los estudiosos concuerdan que cuando Gálatas 5 enumera el fruto del Espíritu, no comienza sólo con el amor. El amor es el fruto del Espíritu y lo que sigue son ocho descripciones de cómo es el amor. Al igual que 1 Corintios 13, ésta es una lista representativa. El fruto del Espíritu es el amor, y empezarán a reconocerlo cuando vean alegría, paz, paciencia, amabilidad y bondad, mansedumbre y autocontrol.

Con el tiempo, estoy cada vez más convencido de la centralidad del amor en nuestra adoración a Dios, y cómo Él nos llama a adorarlo amando a los que nos rodean. Es cada vez más importante  que lo identifique y me entregue a dicho amor como forma de adoración. 

Mientras crecía, me parecía que era prioritario resolver adecuadamente mi relación con Dios. Esto lo hacía dedicándome más y más a centrarme en mi relación vertical. Cuando finalmente lo hubiese logrado, se produciría un desborde en la gente que me rodeaba. Aprendería a amar bien a los demás, pero antes era necesario asegurarme de estudiar las Escrituras en privado, orar en privado, meditar en privado. Puse énfasis en todo ello.

El segundo mandamiento

Conforme crecemos, nos motivan a tener esos momentos de expresión espiritual en privado, pero Jesús fue el primero que empezó a desafiarme a que fuera más allá. Cuando un líder religioso le preguntó cuál era el mandamiento más importante, Jesús le respondió uniendo en uno solo los dos mandamientos principales. El mandamiento más importante, en singular. Jesús dijo que era, amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, mente y fuerza. Imagino al líder religioso que había formulado la pregunta diciendo, muchas gracias, y a punto de irse. Luego, Jesús le dijo, y el segundo es similar.

¿El segundo? ¿A cuál? No había preguntado por los dos más importantes, había preguntado por uno. Pero Jesús no le daría sólo uno, y listo. ¿Cuál es el máximo mandamiento? “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente…y, el segundo es semejante a éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37–39).

Y entonces Jesús dijo, “de estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas” (Mateo 22:40). Los une con una suerte de espiritualidad bidireccional que se eleva (extendiéndose hacia arriba), y se vincula (acercándose a la comunidad). Si nos olvidamos de vincularnos, no estamos  elevándonos verdaderamente. 

Según Juan, el apóstol, “si alguien dice, 'amo a Dios' y aborrece a su hermano o hermana, es un mentiroso” (1 Juan 4:20). Juan no dice que está desequilibrado. No dice que es necesario que crezca su amor por su hermano o hermana, y no sólo que ame a Dios. No, afirma, si dices, amo a Dios, pero no amas a tu hermano y hermana, eres un mentiroso. Es necesario que los dos confluyan. No digas que amas a Dios y no amas a los que te rodean, quienes reflejan la imagen de Dios a su semejanza.

Es como si Jesús supiera que el impulso religioso fuese priorizar tanto a Dios, que podríamos usar la religión como excusa para no amar a los que nos rodean.

Jesús dijo, amarás al Señor tu Dios con todo lo que tengas. Esa es tu misión en la tierra. Pero sin un enfoque bidireccional, podríamos usar ese amor a Dios para justificarlo todo, desde matarnos a nosotros mismos y a los demás, torturar a gente, quemar a herejes en la hoguera, a incursionar en guerras no sólo contra otras religiones sino otras tribus dentro de nuestra propia religión. 

Hay tanta conducta antiCristo en la que podríamos participar en nombre del amor a Dios, si eso fuera en lo que quisiéramos centrarnos.

Y no sólo conducta violenta. Si nos centráramos tanto en Dios, hasta podríamos ignorar a los que están alrededor de nosotros.

¿Quién podría cuestionar el hecho de dedicarle más tiempo a Dios? Más tiempo para meditar, más tiempo para orar, más tiempo para estudiar; parece algo tan sagrado. Pero Jesús dijo, no lo permitiré. Van a amar a Dios y van a amar a su prójimo como a sí mismos, y si no hacen lo primero, mienten respecto a lo segundo.

Más allá de la ética de una roca

Mis hijas asistieron a un campamento diurno, al que también iban niños/as con capacidades intelectuales diferentes. Cuando las llevaba a la mañana y las retiraba a la tarde, aprovechaba esta experiencia del campamento de verano para reforzar lo que significaba amar como Jesús dice que hay que amar.

Les dije a mis hijas, “quisiera que tomen la iniciativa para amar. El amor no es sólo no hacer cosas malas; amar significa tomar la iniciativa de hacer cosas buenas para los demás.”

Intenté explicarlo de manera que lo entendieran. Ellas respondieron, “ah, sí, tenemos que ser respetuosas”.

Es más que ser respetuosas, les dije. No se trata de que sólo sean gentiles. El amor va más allá de eso.  

Me dijeron, “bueno, no diremos nada malo”.

No se trata de que no sean malas, se trata de que hagan el bien. Se trata de ver a una persona sentada sola, al margen, y empezar a ser bondadosa con ella. Es ágape, una palabra griega que significa la opción de vincularte con alguien como algo valioso.

Por eso creo que la bondad es el fruto del Espíritu, no la gentileza. Ser gentil significa no hacer cosas irrespetuosas, pero la bondad significa tomar la iniciativa.

Les di un ejemplo. Cuando nos bajamos del auto, había una roca grande. “¿Esa roca ama a alguien?” “No, las rocas no aman”, respondieron. “Pero, ¿le está haciendo daño a alguien?,” insistí.

Lo comprendieron. La roca no estaba siendo desagradable o irrespetuosa, no estaba ofendiendo a nadie, sólo estaba allí. Las rocas no hacen nada malo; tampoco hacen nada bueno.

Ese verano elegimos el lema de la familia Cavey: “Sigamos con ánimo.” Vayamos más allá de la ética de una roca. Este es el amor que vemos en el fruto del Espíritu.

Esto es lo que los anabautistas me han estado enseñando en estos últimos años.

Un nuevo mandamiento

No basta sólo con no ser malo; amar es priorizar el cuidado de quienes nos rodean. Se convierte en la forma en que adoramos a Dios, tal es así que en el Nuevo Testamento nos encontramos con que los apóstoles hacen algo fascinante. ¿Recuerdan la espiritualidad bidireccional?

Justo antes de que en Gálatas 5 se enumeraran los frutos del Espíritu, Pablo, el apóstol, escribió: “porque toda la ley se resume en un solo mandamiento (5:14). Un solo mandamiento. Y luego enumera el segundo mandamiento: amarás a tu prójimo como a ti mismo.

¿Jesús no dijo que de estos dos mandamientos dependen la ley y los profetas? Pablo se refiere directamente al segundo. Hace lo mismo en Romanos 13:8: “Quien ama al prójimo ha cumplido la ley”. Pedro dice lo mismo en 1 Pedro 4:8: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre multitud de pecados”. Santiago, el hermano de Jesús, lo denomina “la ley del Reino” (Santiago 2:8). 

No hallamos ninguna otra referencia en el Nuevo Testamento en la que los apóstoles citen la ley bidireccional. ¿Por qué creían que tenían el derecho de corregir a Jesús? Cuando Jesús pronunció dichas palabras, se dirigía a alguien que aún no era discípulo, alguien que necesitaba el desafío de encontrarse primero con Dios.

Pero, a sus discípulos que han expresado, “amamos a Dios y estamos dispuestos a lo que sea para seguirlo”, Jesús les dijo, así es cómo lo harán. Su vida será amar a los demás así como se aman a si mismos. En cuanto al resto del Nuevo Testamento, éste se convierte en el mandamiento que cumple la ley para nosotros.

Eso es lo que Jesús le manifestó a sus discípulos en Juan 13. “Este mandamiento nuevo les doy, que se amen los unos a los otros.” No es nuevo como la primera vez que lo dije, sino nuevo por ser la primera vez que figura por sí solo. Les dijo a sus discípulos, no establezcan su amor a Dios como algo separado. Establecerán su amor a Dios al obedecer este nuevo mandamiento: que se amen los unos a los otros. Jesús dijo lo mismo en Juan 15:12: “Y éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado”.

El Jesús resucitado le dijo a Pedro, ¿me quieres, Pedro? ¿Realmente, me quieres? Bueno, si así es, apacienta mis ovejas (Juan 21:17). Esto se transforma en el énfasis renovado de Cristo.

El culto fluye

La parábola que Jesús contó de las ovejas y las cabras se puede resumir así: la manera en la que amamos, adoramos y servimos a Jesús es amando y sirviendo a la gente necesitada que nos rodea. Por consiguiente, no desglosemos “esto es el culto y esto es el servicio”, “esto es el culto y esto es evangelización”.

Todo es culto. Adoramos cuando cantamos, adoramos cuando oramos, adoramos cuando nos retiramos de este lugar y cuando esta Asamblea hace tiempo que haya finalizado.

El culto continúa, y fluye y fluye y fluye, en tanto nos vinculemos con los que nos rodean. Nuestra religión no es algo que conservamos dentro de un  lugar sagrado y un espacio santo con un sacerdocio santo. Nuestra religión es el vínculo. Se concreta en cómo amamos a los que nos rodean.

Entonces, mis hermanas y hermanos, quisiera dejarles una última reflexión.

La iglesia se convierte en un laboratorio para que experimentemos lo que significa amar a Dios amando a las personas que tienen ideas afines. Porque cuando salimos del lugar donde se reúne la iglesia y procuramos amar a la gente fuera de la iglesia, a veces la gente lo entiende y a veces no. A veces lo reciben como un don de Dios y a veces no. A veces nos vitorean y a veces se burlan. Pero la hermandad puede ser un espacio seguro donde podamos desarrollar nuestra capacidad de amar.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1 Pedro 4: 10).

Administramos la gracia de Dios unos a otros. Él nos confía su gracia, repartiéndola unos a otros. Qué privilegio. Qué responsabilidad.

Como evangélico occidental, sabía del sacerdocio de todos los creyentes. Entendí que como sacerdote, no necesitaba a nadie más, éramos sólo Dios y yo; y yo podría ser el sacerdote de mi propia relación con Dios. 

Pero, creo que para un hebreo hablar del sacerdocio de todos los creyentes, no sería como individuos vinculados con Dios, sino como sacerdotes vinculados unos con otros. Confesamos nuestros pecados unos a otros. Administramos la gracia de Dios unos a otros. Dios te ha dado la gracia de alguna otra persona, y, a su vez, le ha dado tu gracia. Dios quisiera revelarte la verdad, y animarte y nutrirte con su gracia. Lo podría hacer individualmente, pero eso nos separaría.

En cambio, Dios le da su gracia a alguien y dice, ahora, ve y encuéntrala. Y te da la gracia de ella y dice, únanse. Administren mi gracia unos a otros para que a medida que nos unamos y aprendamos a amar y servir los unos a los otros, vivenciemos cada vez más la gracia de Dios en nuestras vidas. Qué privilegio es ser sólo la iglesia.

Por tanto, te animo a procurar tu gracia. Y a brindar tu gracia. Dando y recibiendo la gracia, desarrollaremos nuestra capacidad de amar y de amar bien.

Y cierro con las siguientes palabras: Sigamos con ánimo. 

Bruxy Cavey, de Canadá, disertó el sábado 25 de julio de 2015, en la Asamblea 16. Bruxy, pastor docente de The Meeting House, una de las iglesias más numerosas e innovativas de Canadá, es miembro de los Hermanos en Cristo, escritor y conferencista en todo el mundo.


Aviso sobre el autor

El orador plenario de PA 2015, Bruxy Cavey, renunció el 3 de marzo de 2022 a The Meeting House, Oakville, Ontario, Canadá y como miembro de Be In Christ Church of Canada, iglesia miembro del CMM. El Consejo de Supervisores de la congregación solicitó su renuncia luego de que una investigación realizada por un tercero determinara que tuvo una relación sexual que “constituyó un abuso de poder y autoridad de Bruxy”. La denominación Be In Christ ha eliminado las credenciales ministeriales de Cavey.

Lea más:

Pastor resigns, admits sexual misconduct | Anabaptist World (en inglés)

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